Ruta Nacional 40 - Argentina -

viernes, 5 de septiembre de 2014

Ushuaia >Alaska - J.J. Degratti 1960

Juan Jose Degratti  

Primer motociclista en unir la ciudad de Ushuaia en Argentina con Fairbanks en Alaska

Pensar que en 1960 a alguien se le podría ocurrir unir la ciudad de Ushuaia con Fairbanks en Alaska era pensar casi en un imposible.

Pero ese sueño, ese casi imposible de acuerdo a la lejanía y a la distancia de ambas ciudades, a la adversidad climática, a los caminos de ripio, a los pozos, a los peligros de los ríos que se presentaban y hasta lo inhóspito  de algunos de los lugares que debía atravesar hacían aún más peligrosa esta travesía pero la misma, se hizo realidad a través del espíritu aventurero e inquieto de un joven que por entonces tenia veintitrés años, un sinfín de sueños, hazañas por lograr y cumplir, ese joven que hoy ya es un hombre entrado en canas, padre de familia, abuelo de ocho nietos y recientes 74 años. 

Juan José Degratti  cuenta la historia de semejante viaje cincuenta años después con la misma alegría, emoción y adrenalina de quien lo vivió todo, con la satisfacción del sueño alcanzado que le ilumina la cara y como si el viaje hubiera terminado hace pocos días.

Degratti nació en el siglo XX, un 10 de noviembre de 1936, en Rosario, provincia de Santa Fe, pasó su infancia y adolescencia en esa ciudad a la vera del río Paraná, fue aventurero, inquieto y amante de la mecánica; desde muy chico ya preparaba los motores de los karting para sus amigos hasta que en el año 1957 fue sorteado para realizar el servicio militar obligatorio y partió hacia Corrientes. A su vuelta emprendió viaje a la ciudad de Río Grande, a la que arribó un 18 de junio de 1958 para trabajar en el INTA y luego para Tennesse, una empresa petrolera de Estados Unidos.

Ese espíritu aventurero y emprendedor fue lo que lo llevó a los pocos días de haber cumplido veintitrés años, pasar una mañana por la casa del entonces capitán de Tierra del Fuego, Gobernador Campos para comentarle la flamante idea de realizar semejante viaje y pedirle una carta de presentación para ser exhibida en las distintas embajadas y lugares que intentaría recorrer, el gobernador lo miró asombrado, sorprendido y hasta desconcertado por las palabras que acababa de escuchar pero este buen hombre le escribió las cartas y le deseó el mejor de los éxitos para la aventura que estaba por comenzar.

El inicio de este raid fue un 19 de noviembre de 1960, del cual hoy se están cumpliendo 50 años de esta gran epopeya que fue unir en motocicleta las ciudades de Ushuaia con Fairbanks. Degratti emprendió esta gran marcha que duró treinta y dos meses a las 9:45 de la mañana a bordo de una moto marca Alpino, de tan solo 175 C.C. y 6 caballos de fuerza, motor nº 421, chasis nº 1552 y patente nº 012 de Ushuaia.



En este sentido, Juan confiesa que “El 19 de noviembre pasé a saludarlo al Gobernador y a las 9:45 hice certificar en el libro ante la policía mi salida desde Ushuaia hacia Alaska a través de un cabo segundo de apellido Díaz”, y recuerda que “esa fría mañana tomé por la ruta nacional, por el camino viejo del Garibaldi y cuando llegué a la parte más alta estaba nevando, ahí me encontré con Sevillano y me preguntó a dónde iba y al contestarle me dijo que estaba loco, le dije que eran locuras de la juventud y seguí viaje a la Misión Salesiana en Río Grande, lugar en el que paré porque conocía a los curas del lugar entre los que estaban los padres Ruiz, Muñoz, Luis Barraquin, eran curas que había conocido tiempo antes cuando trabaja para el INTA. Al padre Ruiz le comenté la idea y le solicité una carta de recomendación para presentar en las distintas casas salesianas y me hizo una nota de apoyo en donde me recomendaba para todas las casas salesianas”.

En el transcurso de este largo viaje enfrentó diversas dificultades meteorológicas, terremotos, volcanes, derrocamientos de gobiernos y alguna que otra enfermedad propia de tantos cambios y desarreglos en las comidas como también el tener que cruzar en balsas o desarmar la moto para cruzar los ríos más fantásticos hasta enamoramientos de momentos que en más de una oportunidad le hicieron perder la cabeza y poner en duda la continuidad del viaje, fue así, que al llegar a Rosario, la ciudad en donde tenía a su familia, pasó a saludarla antes de continuar viaje, se enamoró de una rosarina y se quedó por unos quince días, en este sentido, Juan nos relató cómo su padre lo hizo cambiar de parecer, al respecto expresó que “mi viejo me dijo que sino realizaba este viaje yo no era su hijo porque uno cuando quiere realizar algo lo debe cumplir”.

Y al respecto agrega que “fue ahí que me hizo un click la cabeza y después de dejar Rosario seguí viaje hacia Córdoba en donde paré y me dieron alojamiento en la policía, luego seguí a Desaguadero, Tucumán, Jujuy, Salta y ahí me quedé por dos o tres días en la Quiaca debido a que no podía pasar porque no tenia la documentación de la moto para salir del país, me buscaron una resolución hasta que Honorio Panceri, director de la aduana local, me hizo todos los papeles y me dejo pasar para Bolivia”.

Travesía tras la frontera

Al dejar Salta y con ello suelo argentino, emprendió viaje hacia Bolivia en donde ingresó a través de Villazón para luego continuar vía Camargo, Potosí, Sucre, Cochabamba, Oruro y La Paz, capital de Bolivia. En este país comentó que “cuando iba llegando a la parte más alta la moto se me apunaba por falta de aire, por la altura y como desde chico era mecánico y la moto la conocía mejor que la palma de mi mano, compré un líquido refrigerante pensando que iba a solucionar el problema pero a la larga me terminó perjudicando”.

Así mismo, Degratti expresó que “dialogó con los bolivianos que hablan quechua en función de una lista de algo más de 20 palabras claves con las cuales podía pedir alimento, datos y orientación en función del viaje que estaba realizando”.

Al dejar Bolivia siguió a Perú, país del que tiene un gran recuerdo y al que alguna vez le gustaría nuevamente visitar junto a México, otro de los países que lo acogió más que bien, al respecto, Degratti nos dijo “al dejar Bolivia seguí viaje hasta el estrecho de quiquina, en el lago Titicaca, de Arequipa llegué a Lima, allí la familia Cánepa me atendió muy bien y conocí a una chica, de apellido Reboredo, me dio la impresión de que era la mujer con la que podría emprender un proyecto de vida y me quedé cinco meses cuando la visa era por sólo 15 días”.

La capital peruana le reportó varias aventuras más como fue cuando “un día necesitaba dinero para poner una cubierta de recambio, fui hasta la Embajada donde se encontraba el vehículo del embajador, abrí la puerta del mismo y me senté adelante, el chofer me quiso sacar pero no pudo, siempre estaba bien vestido lo que generaba una buena imagen y al llegar el embajador, me presenté, le expliqué lo que estaba haciendo y que necesitaba 75 soles, el embajador me dio 100 soles, y me deseó buena suerte. Curiosamente en México cuando llegué para renovar mi pasaporte, era el mismo embajador y al verme me reconoció y no me cobró nada porque se acordaba de mi”.

Al querer salir de Perú, al llegar a la frontera, se arma la revolución que derroca al presidente de entonces y se cierra la misma y no puedo pasar a Ecuador pero tampoco puedo reingresar a Perú porque había sido expulsado del país por extralimitarme con el tiempo permitido, a los tres días cuando la abrieron siguió viaje.

Degratti siguió viaje a Ecuador, en donde antes de llegar a Quito, en donde se hospedó en la escuela de la policía, se perdió en el medio de la selva y conoció a los indios colorados.

Prontamente siguió rumbo a Colombia, Pasto, y como siempre suele suceder en este tipo de viajes, en el camino se presentan miles de dificultades como la falta de dinero, peligros, aduanas, pero también son muchas más las manos solidarias, las enseñanzas y hasta los pequeños milagros que suelen ocurrir, es así como Juan nos detalla de lo que en un momento le sucedió “se me rompe la moto por lo que tengo que caminar por varios kilómetros hasta que diviso una casita en donde paro a pedir ayuda, al llegar la noche me tiro a dormir en el piso junto a una manta y veo al señor, dueño de la casa, que empieza a girar en círculo alrededor de la moto, pensando que me la iba a robar, en realidad estaba cuidándome a mi y a la moto, a la mañana pasa un señor con una camioneta, al ver la moto para y este hombre tenía un taller de reparación de motos, al otro día me la llevó al taller, la arreglamos y pude continuar viaje hacía Cali”.

Emocionado en el relato de tantos recuerdos, Juan expresa que “año y medio había transcurrido hasta llegar a Colombia desde el inicio del viaje” y agrega que “al llegar a Cali, había un argentino, Jorge Furchi, que trabajaba en el cuartel de bomberos y que cuando sonaba la sirena para salir hacia los incendios, yo salía con ellos con el casco nº 98”.

Recordando, nos cuenta que “de Cali seguí a Bogotá, en el medio del camino me detuve en un pueblito que se llama el Espinal, paré a tomar una gaseosa en un barcito, al ponerla arriba de la mesa, la botella empezó a moverse, lo primero que pensé fue que era el cansancio que me vencía después de tantas horas, veía nublado pero de repente vi que afuera había un policía que me tenía la moto, lo que realmente estaba pasando es que había un terremoto, después de unas horas hice unos Km. más hasta un pueblo que se llama Sonson, al llegar, vi como la iglesia había sido derrumbada”.

De esta manera, “al llegar a Bogotá leo en los diarios lo que había sucedido en el camino y al salir de la ciudad me para un grupo de guerrilleros comandados por el capitán Centella, quienes me dejaron continuar después de algunas preguntas pero detrás mío venia un colectivo al que lo ametrallaron a todos, lo dejaron como un colador”, enfatiza excitado.

Pero Degratti es una persona de aventura, y la idea de llegar hasta Alaska lo atraía más que la inseguridad de lo que recientemente había vivido. Fue así como llegó a Panamá, lugar en donde nos cuenta una jugosa historia y que es más que valorada en los días en los que estamos viviendo, recuerda que “necesitaba cargar combustible y en la estación de servicio había un señor limpiando el coche y le pregunté sino se lo podía limpiar yo, me preguntó porqué y le dije que necesitaba cargar combustible, y sí yo le limpio el coche a usted, eso me da la posibilidad de cargar nafta para la moto, a raíz de la situación planteada, el hombre me explica que él era el dueño de todo esto y me invitó a comer y obviamente me regaló la carga de combustible” y agrega que “me expresó que había actuado de esa manera porque vio que yo quería ganarme mi propio sustento porque sí me hubieras pedido directamente no te hubiera dado ni medio litro de nafta, me deseó muy buen viaje y me regaló un dólar”.

Después siguió viaje por Costa Rica y El Salvador, lugar en donde conoce a un griego, a un español y a dos italianos. Al respecto, Juan nos dice que “todos estábamos haciendo lo mismo pero de distinta manera, entonces fuimos a pedir ayuda a la colectividad de cada uno y los que juntamos lo pusimos en el jeep de uno de ellos”, prosiguiendo en el relato cuenta “fue así que después elegimos un lugar en la selva dentro del mar, un lugar precioso, hicimos un campamento hasta que se nos agotó el agua y tiramos la moneda para ver quien subía a los cocoteros, después de quince días teníamos la cara hinchada de tomar tanto coco”.

El viaje, que después siguió camino por Honduras, Guatemala en donde tuvo la suerte de ver un volcán en erupción hasta llegar a México, en donde nos cuenta que “ahí nos dividimos con estos chicos porque yo tenía el pasaporte en orden pero ellos tuvieron problemas porque tanto Grecia y España habían cortado las relaciones con México”.

Este trotamundos que siguió solo su viaje hacia México, “entré al Distrito Federal, una enorme ciudad en donde me perdí hasta que un muchacho me orientó y me guió hasta encontrarme con uno de los policías que patrullaba los caminos, el me llevó al escuadrón, me dieron alojamiento y como llegaba la Navidad de 1962 me impidieron continuar y me obligaron a quedarme con ellos, fue así como pasé las fiestas navideñas en la casa de uno de los oficiales”, recuerda.

Estados Unidos siempre es complicado poder entrar por sus estrictos controles pero Juan tiene en su exquisita mente la memoria en donde recuerda como fue el tránsito de Matamorros hasta llegar a la frontera con el país americano “toda la comida que traía la tuve que tirar y la billetera estaba llena con papeles de un dólar y sólo dos de cinco dólares, me habían dicho que tenía que mostrar mucho bulto para demostrar que llevaba dinero y pasar sin problemas, seguí viaje, era pleno invierno, hasta llegar a Houston, en donde me asombré al ver una carretera arriba de la otra, algo totalmente nuevo para mi”.

Al llegar a Houston conoce a Williams, en donde se alojó en su casa por unos días y después en la asociación cristiana de jóvenes, al respecto Juan nos detalla “él llamó al diario en donde me hicieron una nota, el Houston Cronical, a la gente del diario le llamó la atención la moto en la que había realizado semejante viaje y esta nota es leída por dos amigos que estaban viviendo en ese entonces en Houston y que habían sido compañeros míos en Tennesse, en Río Grande, me llaman por teléfono y me vienen a visitar al diario y después me llevaron a dar una vuelta y a saludar al gerente de la empresa petrolera que se encontraba en Houston y me dijo que estaba loco por lo que estaba haciendo”.

Sin embargo, aún quedaban varios kilómetros por recorrer y rememorando cuenta que “siguió rumbeando hacia arriba tratando de arribar hasta Alaska, al llegar a Vancouver estaba nevando y al llegar al cruce poco antes de arribar a la capital de Alaska, la policía me impidió seguir por las grandes nevadas que estaban ocurriendo, así que tuve que volverme para atrás y decidí volver a Houston nuevamente en donde traté de casarme con una chica, Ofelia Torres, para lograr la ciudadanía y quedarme a vivir como mecánico de VW pero finalmente decidí volverme para Buenos Aires después de embarcar la moto en un buque argentino de nombre Marinero”.

El arribo a la capital de Argentina no fue una llegada más sino que para este hombre, este incansable viajero, no podía pasar inadvertida, más bien fue un poco accidentada, precisamente relata “volé desde Miami a Buenos Aires a través de una aerolínea peruana con los nuevos aviones Jet que estaban saliendo en ese entonces y al llegar a Perú, donde hicimos escala, nos hacen descender y en un momento me llama un oficial en donde me dice Sr. Degratti, usted no puede ingresar al país porque se encuentra expulsado del mismo, es decir, todavía seguía registrado desde cuando había traspasado los quince días que me habilitaba la visa”.

Relata que “al llegar a Buenos Aires, me dirigí a la Aduana para liberar la moto en donde me encontré con la misma persona que me había entregado los papeles que le hacían falta a la moto en la Quiaca, Honorio Panceri, al recordarme quién era, efusivamente dijo, “el loco de la moto”, realizado el trámite me fui para Rosario en donde sorprendí a la familia con mi llegada, con la que me comunicaba a través de cartas o telegramas y pude contarle en persona la odisea que realicé durante treinta y dos meses”.

Más allá de las aventuras, la continua búsqueda de nuevas historias, la abundancia de anécdotas, finalmente, Degratti nos dice que “el viaje tuvo un aspecto introspectivo, porque también, afirma, lo condujo hacia el interior de él mismo porque aprendió a apreciar y a valorar la vida y la solidaridad de la gente que fue increíble y se manifestó en cada país por el cual pasaba”.





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Ushuaia - Alaska
siglo XXI (mas sofisticado)

...el mismo sueño!!!




En alguna parte leí que para cumplir un sueño solo hay que lucharlo...
Todos los que me conocen bien me han escuchado hablar infinidad de veces de este sueño...
Los que me conocen menos, saben perfectamente el amor que siento por Latinoamerica...
Los que apenas me conocen creen que no lo haré...
Y los que no me conocen me llamarán "loco"....

Yo simplemente sonrío.

No imaginas como brillan mis ojos cuando la mente vuela e imagina ese gran viaje. Mi sueño, mi proyecto. Lo que si te aseguro es que jamás pensé morir sin cumplirlo.
Siempre he sido persona de metas, proyectos, ideales, sueños.... Este es uno de ellos, uno más. No el más grade porque ponerme la meta de tener un yate de lujo cuando no tenía ni un solo $ en el bolsillo es poco menos que disparatado...

Un día miré mi vida desde afuera. Traté de ser objetivo. Qué me falta para estar realizado? He plantado un árbol, he escrito un libro, he tenido una hija.. me falta rematar la faena: Cruzar América.

No soy pionero en este viaje, ya muchas personas lo hicieron y otros muchos me seguirán. No es cuestión de batir ningún récord o sentirme único en tierra de nadie. Simplemente quiero unir el sur con el norte con las ruedas de mi moto...




Quiero sentir el frio del polo sur, el peligro de las rutas de Tierra de Fuego, la humedad de las cataratas de Iguazú, la belleza del lago Ypacaray, quiero domesticar el salar de Uyuni, navegar el Titicaca, cruzar la soledad del desierto de Nasca, el mar de Guayaquil y las montañas de Cuenca, quiero cruzar el canal de Panamá, comer "gallopinto" en Jaco con mi amigo José, cruzar Peñas Blancas a mi amada Nicaragua, pescar con Bladimiro, dormir en Piedras y Olas, contemplar Ometepe, pasear por León, almorzar con Egberto en Copán, subir volcanes en El Salvador, pescar velas en Guatemala, conocer Belice, fotografiar Chichenitza, soñar en Mazatlan, llorar en Puerto Vallarta y recorrer la meca de la pesca en Cabo San Lucas. Quiero conocer "el Paso" y saber por qué los llaman "espaldas mojadas", quiero ver las vacas de Texas, cruzar Houston y visitar Parque Jurásico en Orlando, quiero bañarme en West Palm beach y besar el suelo al llegar a Miami beach... Quiero subirme en un avión regresando a casa y seguir escribiendo, quiero sonreír cuando todos lloran, quiero ver los rostros tristes de los otros pasajeros cuando se terminan sus vacaciones y vuelven al trabajo, quiero seguir soñando con el próximo viaje... Eso quiero, eso haré!!!!

Habrán 26.000 kilómetros en total.
100 kilómetros de auténtico terror...
300 de gran peligro....
1000 de sed....
2000 de hambre.....
5000 kilómetros perdido....


pero lo mejor de todo, habrán 26.000 kilómetros de ilusión y felicidad!


Para realizar esta aventura hacen falta 3 cosas principalmente: Tiempo, dinero y valor.
Las dos primeras son negociables, la tercera o la tienes o no hay vuelta.

Continua en: